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Como siempre una ocasión especial para representar el espíritu con el que trabaja el Instituto Cervantes en más de 47 países. El espíritu al que se debe una plantilla que quiere divulgar las lenguas y las culturas de todas las nacionalidades y territorios del estado español y en hermandad y en colaboración fraterna con toda la comunidad latinoamericana.
Estos legados reafirman una y otra vez que la verdadera riqueza de una comunidad en sus valores y en sus vínculos es siempre la cultura. Y por eso, tiene especial importancia para nosotros la colaboración actual con Centroamérica, con el festival de Centroamérica, porque nos parece que Centroamérica Cuenta, cuenta de verdad, porque tiene valor y porque sabe plantear las cosas que hoy merecen la pena: la libertad en la cultura, el conocimiento, la lucha contra la mentira, la lucha contra la manipulación y la consolidación de informaciones veraces y creatividad libre a la hora de definir los marcos de la convivencia.
La caja de las letras donde ya está Sergio Ramírez como Premio Cervantes y dónde está la academia de la lengua nicaragüense, pues hoy tenemos la oportunidad de recibir un legado muy muy rico y significativo y quiero agradecerle al festival Centroamérica Cuenta su labor a la hora de organizar este legado donde recibimos la herencia de Ernesto Cardenal, de Claribel Alegría y de Rodrigo Rey Rosa.
Para el Instituto Cervantes es una alegría contar con Rodrigo Rey Rosa por su significación literaria y humana que ha quedado demostrada en la libertad de sus libros y el compromiso de su literatura con la comunidad a la que pertenece. Su calidad literaria quedó ya de manifiesto desde su primera novela en 1985, El cuchillo del mendigo, que fue traducida al inglés como las dos siguientes nada mas y nada menos que por Paul Bowles, con el que mantuvo una estrecha amistad.
Quien quiere conocer la realidad guatemalteca creo que tiene un punto fundamental de conocimiento en los libros de Rodrigo Rey Rosa. Para mí es inolvidable la lectura de material humano y cómo un archivo se convierte en un lugar para la memoria personal, familiar y colectiva, todo lo que cabe en un documento, todo lo que cabe en unas palabras.
También aconsejo la lectura del último libro que he leído de él, que es Su carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre que publicó Alfaguara, que es su editorial de referencia de estos últimos años y que sirve también para comprender los tejidos que se van formando en torno a las diversas situaciones de poder y de opresión en una comunidad.
Un honor recibir también el legado de Claribel Alegría, una escritora como ella decía nicaragüense salvadoreña, porque nació en Estelí, pero se educó desde niña en Santa Ana.
Clara Isabel fue bautizada por Vasconcelos como Claribel, y como Claribel, claridad y luz la hemos leído desde hace muchos años. Ya llamó la atención Juan Ramón Jiménez de la calidad de su voz poética en 1943 y Juan Ramón no era una persona especialmente fácil, sabía por lo que apostaba. Apostó por una de nuestras grandes poetas, pero también por alguien que con orgullo pudo saberse funcionaria non grata ante la administración de Ronald Reagan y también como persona non grata hacia la deriva dictatorial del gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua.
Pero nosotros recibimos aquí a la poeta que publicó en 1948, Anillo de silencio, a la poeta autora de Sobrevivo de 1978, la poeta que recibió el Premio Reina de Poesía Iberoamericana en 2017. Yo aconsejo especialmente un libro suyo publicado en Visor que titula Voces, porque su voz en su compromiso es la voz de todas nosotras y de todos nosotros, los que participamos en la comunidad hispanoamericana, en la comunidad del español, en la comunidad de la dignidad y de la libertad.
Y finalmente, el legado de Ernesto Cardenal, uno de nuestros grandes poetas y de nuestras grandes figuras históricas; una personalidad de la literatura y de la lucha por la libertad, comprometido contra cualquier tipo de dictadura.
Desde que estudió en la UNAM en México y después en Nueva York, se convirtió en una personalidad que unía sus raíces de las distintas tradiciones en distintas lenguas. Su labor como traductor es muy importante, y abrirse al exterior, significaba también conocerse a sí mismo, y ahí que entrase la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, y después que se hiciese sacerdote en 1965 pero para escribir El Evangelio de Solentiname.
Luchador contra Somoza, fue también una persona que se mantuvo firme ante la deriva autoritaria de Daniel Ortega. Recibió el Premio Reina Sofía en el 2012 y su obra es muy muy conocida desde 1957 que publicó Hora Cero hasta sus últimos libros, pues tiene títulos de mucho calado como sus Epigramas, sus Salmos, sus Vuelos de victoria, su Cántico cósmico y la poesía con él utilizando un libro suyo toca el cielo en lo que se refiere no solo a la religiosidad, sino al compromiso humano. Es muy emocionante leer sus memorias Vida perdida, que se publicaron a finales del siglo XX.
Para mí supone una especial emoción poder abrir la caja de las letras del Instituto Cervantes a una de las mejores herencias de nuestro pasado, porque eso supone un compromiso de futuro. El compromiso de los mejores valores culturales como eje, cimiento y raíz de la democracia. Por eso me voy a atrever a leer un poema.
En el año 1985, cuando después de la dictadura de Somoza, un ministro de cultura llamado Ernesto Cardenal trabajaba por democratizar la cultura, yo trabajaba con el Comité de solidaridad con Centroamérica y ayer busqué un folleto publicado en 1985 titulado En pie de paz, que era un homenaje a Ernesto, pero también un compromiso con todas las luchas por la dignidad social que se han librado, se estaban librando y se seguirán librando en Centroamérica.
Se titula el poema Epigrama
Hace ya algunos años,
con la libre ternura de los hombres
que temen dominar
–no importa si un país o si dos ojos–
en su tierra nocturna, Somoza, sometida,
escribió este epigrama Ernesto Cardenal:
Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos
y soñéis con un poeta:
sabed que yo los hice para una como vosotras
y que fue en vano.
Vosotras, tierras libres, que sin duda
habitaréis mañana el viento de los mapas,
naciones que al final tendréis esa conciencia
de las muchachas jóvenes que se oponen al águila
y el amor entregado del que supo
elegir otro tiempo, otra forma
de mirarse a los ojos;
si alguna vez, sin miedo, emocionadas,
soñáis con un poeta:
sabed que, años más tarde, en Nicaragua,
ya sin la larga sombra de los sometimientos,
Ernesto Cardenal escribía sus poemas
para una nación como vosotras
y que nunca, nunca fue en vano.
Ese es el trabajo que nosotros celebramos aquí y por eso me emociona poder participar como director del Instituto Cervantes en este legado y darle la palabra a nuestros invitados Sergio Ramírez, en representación del poeta Ernesto Cardenal, del que recibiremos el legado en nuestra caja 975; Gioconda Belli en representación de Claribel Alegría de la que recibiremos el legado en la caja 990 e invitar también al escritor Rodrigo Rey Rosa, para que nos explique su legado que recibiremos como un honor también en nuestra caja 961.
Una alegríia también contar con la presencia del expresidente del gobierno de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, como invitado de Centroamérica Cuenta y testigo de honor en esta ceremonia y que reafirma una vez más que la verdadera riqueza de un país es su cultura y que el verdadero compromiso con el futuro es saber heredar lo mejor de los mejores de nuestros mayores.
También muchas gracias a Claudia Neira, directora de Centroamérica Cuenta que ha sido nuestro puente y una persona fundamental en la organización de este acto.