En Peñas Blancas el bus se detuvo, eran las cuatro de la tarde y del lado tico se cayó el sistema, nadie podía pasar la frontera mientras un aguacero violento nos castigaba a todos por igual, a todos los que nos abrigamos bajo los techos y galerones del puesto de control migratorio. Nicaragüenses, hondureños, costarricenses, los mismos que nos alegramos tres horas después cuando volvieron a funcionar las computadoras, cuando se levantó la aguja, cuando se pusieron los sellos, cuando los buses pudieron transitar hacia Nicaragua. Eso sí, el aguacero nunca cesó y bajo él, de noche, ingresamos al istmo de Rivas en dirección a Managua. El agua caía para todos.
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