Un documental y una película relacionadas con el autor de El Hombre que amaba a los perros, y otra dirigida por el escritor francés André Malraux dan cuenta de esa pasión por llevar las palabras a la pantalla grande.
Por Yader Velásquez
Es martes por la mañana y un grupo de personas ocupa los asientos del Teatro Bernard-Marie Koltés de la Alianza Francesa de Managua. Se apagan las luces e inicia la proyección de un filme. Imágenes en blanco y negro, sonido de cañones, jóvenes combatientes del bando republicano. Se trata de Espoir, sierra de Teruel, una mítica película sobre la resistencia anti fascista durante la guerra civil española. Una obra escrita y codirigida por el escritor francés André Malraux, basada en su novela Esperanza (1937). Malraux, que junto a Albert Camus es uno de los escritores franceses homenajeados en la V edición del festival Centroamérica cuenta, relata un episodio de sus años como aviador dentro de las filas del ejército republicano. Otra vez la vida, la literatura y el cine desdibujan sus fronteras. Una relación que desde sus inicios ha inquietado a cineastas y escritores, y se refleja en el ciclo “Literatura hecha cine” organizado en el marco del evento.
Horas después, durante la tarde, la misma pantalla vuelve a iluminarse con imágenes de tejados y azoteas: Mantilla, un barrio del caribe urbano, es el escenario de Vivir y escribir en la Habana, un documental de Lucía López Coll sobre la vida del escritor cubano Leonardo Padura y su relación con la ciudad. Al finalizar, una serie de escenas familiares vuelve a proyectarse. Se trata de Regreso a Ítaca, 2014, película de ficción dirigida por el francés Laurent Cantet y escrita por el mismo Padura. Una terraza habanera funciona como el ambiente perfecto para desarrollar el conflicto: un grupo de amigos reciben a Amadeo luego de dieciséis años en el extranjero. Lo que sigue es una sucesión de recuerdos y rencores, de reflexiones sobre el fracaso de una generación y sus sueños perdidos.
Padura, que sin duda es uno de los novelistas en español más importantes de los últimos 20 años, visita la sala para comentar junto a Lucía, su esposa, las apreciaciones de la película y el documental. Es el momento propicio para el público, la discusión está servida. A las preguntas de la cineasta Martha Clarissa Hernández, Padura dirá, citando a otro autor, que los escritores pertenecen a una ciudad, en su caso él pertenece a La Habana. El escritor cubano más leído fuera de su país, también habla del proceso creativo, los rodajes y los cambios de la ciudad. Su charla es corta, pero le permite anotar algunas cosas sobre cómo se produjo la película, que partió de un diálogo de La Novela de mi vida, sobre su barrio al que describe como feo y bastante normal. No hay tiempo para más, la agenda apretada del festival, apremia al autor. Debe irse al próximo conversatorio que se celebra en el auditorio del Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, donde se sienta a platicar sobre los premios literarios con Sergio Ramírez y otros autores. Allí Padura contará que fue a recibir el premio Princesa de Asturias en guayabera, como viste, y con una bola de béisbol en el bolsillo, lo más cubano que se le ocurrió.
El martes en otra sala, también se habla sobre el reto que representan de la edición y distribución de nuevas obras para la región centroamericana. De eso habla un grupo de editores que se reúnen en el Instituto de Historia de la UCA. Salvadora Navas de la editorial Anamá; Raúl Figueroa de F&G Editores, Guatemala, y Óscar Castillo, Uruk Editores, Costa Rica, discuten los desafíos y compromisos de sus propios proyectos editoriales. La independencia, la libertad, la ética, la memoria y el pensamiento crítico forman parte de sus reflexiones. El consenso es absoluto entre los editores: las dificultades de distribución, los altos costos del transporte y la falta de una verdadera integración cultural entre países, no menoscaba el ímpetu de sus trabajos. En un medio conformado por un número creciente de autores jóvenes, la región representa un mercado en extremo atractivo, se concluye en el conversatorio.
Fruto de este esfuerzo es sin duda la publicación de El meñique del ogro de Uruk Editores (2017), la más reciente novela del también poeta y ensayista Erick Aguirre. Una obra que, junto a Un sol sobre Managua y Con sangre de hermanos, constituye una suerte de trilogía sobre la ciudad, el fracaso y la muerte. Reunidos en la Embajada de México, Silvia Gianni y el sociólogo Freddy Quezada conversan con Aguirre. Las apreciaciones críticas se entremezclan con comentarios e inquietudes personales, una charla entre amigos que origina un debate sobre la memoria y los traumas generacionales. Las migraciones, las guerras y la historia nacional en su aparente estado de repetición enriquecen el diálogo. Más allá de las virtudes de su estilo y trama, El meñique del ogro persigue las obsesiones de un autor acosado por sus propios fantasmas. Una novela que ha sido finalista del Premio Herralde 2014, una de las distinciones más importantes de la narrativa en lengua castellana, reconocimiento que cuenta entre sus ganadores a grandes nombres como Roberto Bolaño y Juan Villoro.
Mientras es sede de uno de los eventos literarios más importantes de la región, afuera la ciudad recupera poco a poco la calma. Los oficinistas regresan a sus hogares en medio del caos del tráfico, el transporte público y la lluvia. El festival de narradores, cronistas, editores, periodistas, historiadores, guionistas, críticos, se esfuerza por integrar a los países a través del relato de sus pequeñas y grandes historias.