Hace cuatro años discutíamos entre amigos; la idea era reunir a un grupo de narradores centroamericanos para que hablaran entre ellos de su oficio y de las dificultades que conlleva ejercerlo en países como los nuestros, donde las barreras de la incomunicación parecen alzarse a veces de manera insalvable. Juntar a los escritores maduros, pero sobre todo a los jóvenes, que tienen ya por campo de batalla este siglo XXI tan sorpresivo y lleno de desafíos, cuando el oficio de narrar sufre cambios tan severos.
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